«Mirando la luz del tiempo, te daré un resumen rápido de mi vida.»
O no. Pero la traducción automática de Google para la descripción del movimiento Ráfaga en japonés es, a todas luces, hilarante. :-]
Parece que fue ayer cuando escribí esta entrada recordando mis cien meses en la empresa.
No fue ayer, claro, sino hace nada menos que cinco años ya.
El tiempo vuela como un Ninjask.
Hace un par de meses se puso de moda entre los traductores de videojuegos tuiteros hacer hilos hablando de los juegos en los que habían trabajado, comentando alguna anécdota. Como yo no soy traductor y tengo menos caché, pues me hago mi autohomenaje en mi rinconcito privado de internet:
Hoy, 4 de septiembre, cumplo 13 años consecutivos testeando videojuegos.
En total 160 meses, contando los cuatro que trabajé en mi primera época en tierras teutonas.
![]() ¡Vaya comienzo por todo lo alto! ¡Qué tiempos aquellos! |
Cuando era adolescente, me tocó vivir aquella época en la que los videojuegos, para gente ajena a ellos, eran algo relativamente raro y visto como una pérdida de tiempo en el mejor de los casos. Cómo dolían aquellas frases de «¡Cuánto vicio!» simplemente por estar disfrutando de mi afición (mientras esa otra gente estaba todo el día pendiente de su vicio: el fútbol). Al menos tenía la madurez mental suficiente para no sentirme culpable por disfrutar de un hobby con el que no hacía daño a nadie. Todo eso es agua pasada y, con los años, resultó que mi vida profesional acabaría ligada a esos productos con los que tanto disfrutaba. Todo ese conocimiento friki, especialmente sobre Pokémon, dio un fruto inesperado.
Habiendo trabajado en más de treinta series distintas, por supuesto ha habido de todo: juegos aburridos en los que es divertido trabajar, juegos apasionantes en los que trabajar es un suplicio, proyectos en los que todo es un horror… Como en todos lados, hay días buenos y días malos. Pero este trabajo tiene algo que no tienen todos: ¡espóileres! ¡¡¡Espóileres everywhere!!!
Recuerdos divertidos hay muchos: galopar en caballos invisibles, romper la impenetrabilidad de los cuerpos, ser encargada de cine porno, fomentar el uso del latín en tierras salvajes, romper la entropía del universo creando bucles infinitos, jugar al pilla-pilla (Hitler vs el Papa) en los subsuelos de una lejana región atravesada de norte a sur por montañas, criaturas de bolsillo de tipo verdura…
Sin duda la mejor parte de testear videojuegos es que a menudo son una «versión sandbox» del juego en la que hacer locuras es posible. Aunque más interesante resulta ver la evolución del software durante el desarrollo del producto. (Hyrule puede ser muy bonita, pero antes todo eso era campo.)
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Como friki supremo de Smash Bros., tener la oportunidad de trabajar en Ultimate y ver mi nombre en los créditos fue todo un orgullo y un momento de realización personal. Aunque no puedo negar que hubo muchos juegos antes que fueron más relevantes tanto personal como profesionalmente. Especialmente la cuarta generación Pokémon (spin-offs incluidos). Ser friki de Pokémon y estar en el sitio correcto en el momento adecuado haciendo gala de ese frikismo a veces hace sonar la pokéflauta.
No sé qué otros proyectos me esperan en el futuro. Tampoco sé si este futuro acabará en 2020 o durará hasta que me jubile. Pero mientras perdure el sueño, viviré la aventura al máximo como Link en sus periplos por Koholint.
![]() ¡Fíjate cuánta gente! (Si Sakurai se hace un mural de los personajes con los que ha trabajado en Smash, yo también me hago un collage feo con los míos. ¡JA!) |
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